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La calidez de una página en blanco

La calidez de una página en blanco

POR ÁNGELES FAVELA

Siendo niña, por asuntos laborales de mi padre, viví en diferentes lugares fuera de México. Por supuesto, estas mudanzas me llevaron a los inicios en una nueva escuela, nuevos barrios y el contacto con personas desconocidas. La barrera del idioma muchas veces acrecentaba mi angustia. Antes no existía lo que hoy se conoce y, es común en cualquier empresa transnacional, como el proceso de transición e inserción para familias expatriadas.

Fue a partir de esos años cuando la calidez de una hoja en blanco me resultó indispensable. Saber que ese espacio de expresión existía sólo para mí, y que de manera incondicional me acompañaría a cualquier hora y en cualquier lugar, era y es hoy, reconfortante.

Las horas alargadas de aeropuertos, los recesos de los primeros días de clases, y muchas tardes en algún parque bullicioso, se convertían en momentos de un gozo indescriptible. La hoja en blanco se convirtió para mí, en invitación y compañía.

La decisión y necesidad de escribir es personal, por lo tanto, es importante encontrar la conexión perfecta con esa actividad, y quizá, de ser necesario, cambiar la perspectiva ante lo que nos representa una hoja en blanco.

Las actividades que practicamos y de las que disfrutamos enormemente sin importar el tiempo que dedicamos a ellas, dependen en gran medida de nuestras experiencias de infancia, y hoy, lo único que podemos hacer es disfrutarlas.

Es útil reconocer lo pasado, aceptarlo, y a partir del momento actual, dar el siguiente paso. Quizá después de un fuerte accidente automovilístico nos lleve un tiempo animarnos a tomar de nuevo el volante, y poco a poco retomar la actividad con seguridad y valentía, ya que no hacerlo sería limitar el transcurso natural de nuestra vida presente. De igual manera sucede con esos pequeños o traumáticos eventos que todos hemos vivido: el maestro que rompió en pedazos tu primer cuento, la carta a tu padre que luego encontraste en la basura, el diario que tenías guardado en el lugar más seguro de tu habitación y que fue encontrado por alguien más.

Repasar en la memoria que fuimos vulnerables en algún momento y mirar hoy los hechos a la luz del tiempo, es un buen ejercicio para erradicar el miedo. Quizá se haya desvanecido sólo un poco la emoción y el dolor de aquel momento pasado, pero hoy disponemos a nuestro favor de las herramientas personales con las que transitamos hoy la vida.

La escritura como expresión libre, catarsis, desahogo emocional, empodera y enriquece la vida, ya sea en las historias personales o al crear historias de ficción.

Vale la pena, tienes que vivir la experiencia de escribir. Una hoja en blanco puede brindarnos la emoción de empezar algo, una adrenalina psicológica y corporal como impulso de crear. La hoja en blanco es el espacio perfecto para que suceda la magia de la imaginación.

Para empezar, basta con vaciar la semilla de la historia o los elementos que de ella tenemos más frescos, bocetar un poco, y de inmediato: desarrollar contenidos; escribir el final o inicio, la primera página de cualquier capítulo, el cierre o cualquier fragmento que te apetezca y luego, trabajarla, trabajarla y trabajarla.

Hay momentos en los que las ideas fluyen como agua, y otros en las que desaparecen y esto no es una tragedia. Ante la pregunta que un día le hicieran a Picasso en torno a la inspiración, dijo: Yo no sé, si la inspiración existe, pero si ha de venir, que nos encuentre trabajando.

angelesfavela@literalika.com