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Zona Literálika · BLOG

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Por Ángeles Favela

¡Entrañable reunión la de aquel día, en una sociedad locuaz, ruidosa y superficial!

No sé cuantos de nosotros podamos sentir nostalgia por el silencio de alguna biblioteca en que la investigación (no las tareas escolares) impone absoluto silencio.

Pareciera que hoy, en Monterrey, en México, en Latinoamérica y no sé en cuantos países más, el ser humano necesita el interminable ritmo en los audífonos, o atrás de las noticias, en cualquier restaurante... incluso con el pretexto del telón de fondo para “concentrarse”. En mis días de estudiante se sabía que en la Biblioteca, además de libros, había un ambiente, impactante y sagrado de silencio entre todos. Eran espacios y momentos prolongados, una especie de espesura, como la de un bosque, con su encanto. Regalarnos ese entorno en estas dos horas de experiencia colectiva, es revivir algo de lo que estamos perdiendo, es rescatar un aroma y frescura de los libros y de los lectores silentes y creativos. Si con nuestras voces podemos formar un coro o una consigna (Gandhi, Luther King, Ayotzinapa), también con la suma de silencios, podemos tejer un lienzo creativo en el que “todos ponen” (como la perinola dice) para que todos se enriquezcan. Ver al otro y al otro concentrados, gozadores en la creación o en el hallazgo, nos contagia y nos hace respirar el aire puro del pensamiento, la ciencia, la ficción, la historia y mil asuntos más.

Mucho se ha dicho de si la literatura afecta directamente a la realidad, o de si la realidad supera a la ficción literaria. La historia de nuestro México son millones de historias a lo largo de cientos de años. Ahora mismo mientras nuestro pais se encuentra en una vorágine de información política, el próximo presidente llevará a cuestas las voces de muchas generaciones. Esta es una voz de los millones que conforman la generación que hoy votará por primera vez para elección de presidente:

“Yo nací en 1995 y mi país no tenía tiempo de atender a miles de jóvenes que nacimos en esa fecha. México en ese momento estaba cimbrado por el asesinato de un candidato presidencial, y Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo salían y entraban respectivamente de sus mandatos con las manos manchadas de sangre.

La economía y el ánimo de los ciudadanos desde entonces ha ido en picada, pero lo mismo había sucedido cuando nació mi madre, ella tenía dos años cuando a manos del gobierno de Gustavo Díaz Ordáz, cientos de jóvenes con la misma edad que ahora tengo yo, murieron, y muchos otros, simplemente desaparecieron en una masacre inaudita en Tlatelolco.

Por Ángeles Favela

No es necesario ser un coleccionista empedernido para establecer relaciones imprescindibles con ciertos objetos. Hay cosas que, de mirar la vista atrás, han estado siempre a nuestro lado. No me refiero a personas ni a recuerdos, habló de materia o sustancia sin la que prácticamente regresaríamos a casa en el caso remoto de algún olvido. Tampoco se trata de los usos y costumbres que a todos nos hacen posible la vida diaria como lo es la ropa, el calzado, la casa, los utensilios, medios de comunicación o de transporte. Ahora mismo mientras escribo esto, en medio de la dificultad de dar con la palabra exacta para nombrar lo que en mi mente está más que claro, me pregunto si a todos nos pasa lo mismo, o si soy de las personas que lleva años con el mismo dije al cuello, o que siempre ha de traer por lo menos una pluma negra y un lapicero .09 mm en el bolso.

Hay objetos que, casi a manera de afecto, necesitamos saberlos siempre a la mano. Lo que cuento no son propiamente manías obsesivas, sino apego a elementos que me son útiles y que de cierta forma se han convertido en una parte extendida de mi personalidad. No me considero una persona consumista y la prueba de ello es que uso el mismo perfume -que me guste- desde la primera hasta la última gota, y mis gafas de sol son y serán las mismas hasta que su funcionamiento demuestre lo contrario y yo, quizá en vano, trate de encontrar unas idénticas.

Por Ángeles Favela

Hay recuerdos que existen suspendidos al margen del tiempo. A pesar de que nuestro cuerpo envejece un poco día con día, no ocurre lo mismo con algunos sucesos. Hay eventos que atesoramos en la memoria con tal viveza que aún al paso del tiempo permanecen intactos cada vez que pensamos en ellos. Un hecho inolvidable adquiere la inmortalidad a través de la repetición. Cuando mamá llegaba a las tres de la tarde con una bolsa de papel de estraza llena de hojarascas. Y la escena de la madre no envejece, ni su rostro, ni sus manos, al contrario, acude al pensamiento hasta con el mismo peinado y maquillaje. Eran blancos mis zapatos de charol en primero de primaria. Y la maestra y el camino hacia el colegio huelen a lunes por la mañana, y uno vuelve a mirarse con los cuadernos impecables, ansiosos de mostrar las tareas frente a un salón repleto

Por Ángeles Favela

Decir que somos lenguaje no es propiamente una metáfora. Lo somos, es indiscutible. Pensamos en palabras; recordamos a través de imágenes mentales que nos explicamos en palabras.

Las palabras que poseemos como acervo son también un poco representantes de lo que sabemos y de lo que pensamos, es decir el lenguaje y las palabras son los lentes con los que miramos, aprendemos y participamos en el mundo.

El lenguaje tiene un valor casi mágico, el universo de las palabras es la materia prima con lo que armamos nuestros pensamientos, ¿si o no? Nuestro propio discurso mental lo vamos bordando entre ideas y racionamientos, así que nuestra capacidad de lenguaje nos permite de cierta manera sobrevivir.

Por Ángeles Favela

Las preguntas que durante siglos han ocupado la mente de los grandes filósofos: ¿quién soy?, ¿hacia dónde voy?, ¿de dónde vengo?, ocupan también el pensamiento del resto de la humanidad. Quizá a ratos todos nos lo hemos preguntado, quizá alguna vez o quizá algún día, esas interrogantes retumbarán en nuestros pensamientos.

Pareciera que la búsqueda de las respuestas, raíces, o bien, las historias que conforman nuestra propia vida son material primario para narrar.

POR ÁNGELES FAVELA

Siendo niña, por asuntos laborales de mi padre, viví en diferentes lugares fuera de México. Por supuesto, estas mudanzas me llevaron a los inicios en una nueva escuela, nuevos barrios y el contacto con personas desconocidas. La barrera del idioma muchas veces acrecentaba mi angustia. Antes no existía lo que hoy se conoce y, es común en cualquier empresa transnacional, como el proceso de transición e inserción para familias expatriadas.

Fue a partir de esos años cuando la calidez de una hoja en blanco me resultó indispensable. Saber que ese espacio de expresión existía sólo para mí, y que de manera incondicional me acompañaría a cualquier hora y en cualquier lugar, era y es hoy, reconfortante.

POR ÁNGELES FAVELA

¿Alguna vez te has preguntado qué es lo que los ojos de un artista miran? Existen dos características en una personalidad creadora: la capacidad de imaginar y la capacidad de observar. Sin ellas un artista no sería un verdadero creador. Habrá quienes pasan de largo ante lo que a un artista podría cautivar por horas. ¿Y qué será lo que busca?

Sin duda la expresión de la emoción y la belleza. Esa búsqueda que nace de la inspiración que brinda la naturaleza y que intenta recordarnos a todos que somos parte de ella. Al observar la vida, y todo lo que existe a nuestro alrededor, sin importar si se trata de las cosas simples o de las complejas, se forja la sensibilidad y se aguza la percepción para hacer conexiones y para encontrar similitudes que nos comunican algo.

POR ÁNGELES FAVELA

Escribir es una segunda forma de vivir: la primera es aquí, en el instante de la cosa, al momento de la decisión, en medio de la turbulencia o aferrados al efímero gozo de este día. En la segunda, escribir se torna una necesidad, es cuando llega la urgencia de explicarnos lo que ya sucedió, lo que nunca habrá de suceder o todo aquello que cabe en el cajón de la posibilidad.

Crear historias es tan legendario como la humanidad. Relatar acontecimientos a través de las palabras escritas, es lo que nos ha permitido estar en contacto unos con otros, traspasando las barreras del tiempo. El legado de culturas y civilizaciones anteriores a las nuestras, nos es transmitido por medio de historias.

Conferencia sobre la lluvia

"Siempre me ha intrigado la posibilidad de que alguien transforme una conferencia en una confesión. ¿Hasta dónde controlamos lo que decimos? Al modo de un actor, el conferencista puede olvidar sus parlamentos o sucumbir a la tentación de revelar algo incómodo o devastador.

Conferencia sobre la lluvia surge de ese predicamento. Los devaneos del protagonista se inscriben en la larga tradición literaria de la digresión, es decir, en el distraído arte de decir una cosa para hablar de otra. En el siglo XVIII, Lawrence Sterne escribió la obra maestra del género: Tristram Shandy, monumental novela cuyo tema es el cambio de tema. Antón Chéjov se sirvió del recurso en un breve ejercicio para actores, Sobre el daño que causa el tabaco, y el actor y dramaturgo norteamericano Spalding Grey lo usó en sus originales monólogos-conferencia.