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Zona Literálika · BLOG

No sólo el Nobel

No sólo el Nobel

El Premio Nobel de Literatura se concede a un autor cuya obra ha sido significativa y destacada de manera sostenida en su trayectoria. Louise Glück nació en Nueva York el 22 de abril de 1943 y creció en Long Island. Se graduó en 1961 en la Escuela de Educación Secundaria George H. Hewlett de Nueva York y posteriormente pasó al Sarah Lawrence College y a la Universidad de Columbia. Es considerada una de las figuras más relevantes y talentosas de la poesía lírica contemporánea estadounidense. Se muestra en Memoria: Nací cautelosa, bajo el signo de Tauro. Crecí en una isla próspera, durante la segunda mitad del siglo veinte; la sombra del Holocausto apenas nos afectó. Crecí bajo la filosofía del amor, una filosofía de religión, ambas basadas en mi experiencia temprana dentro de la familia. Y si al escribir utilicé unas cuantas palabras pues el tiempo siempre me ha parecido breve, lo hice como si pudiese dejar de existir en cualquier momento. Y mi historia, en todo caso, no era única, aunque como sucede siempre, yo tenía una historia, un punto de vista. Unas cuantas palabras fueron todo lo que necesité: nutrir, sostener, atacar.

Autora de una vasta poesía y ganadora de una veintena de premios y medallas que se otorgan a la poesía. Ella aborda con elegancia y claridad los temas de la decepción, el rechazo, la pérdida y el aislamiento. Hay quienes la mencionan lúgubre y oscura, lo cierto es que su presencia es fuerte y evocadora.

Música celestial

Tengo una amiga que todavía cree en el cielo.

No es estúpida, y a pesar de sus conocimientos, literalmente habla con Dios.

Piensa que alguien la escucha en el cielo.

En la tierra es inusualmente competente.

Valiente también, capaz de enfrentar lo desagradable.

 

Encontramos una oruga agonizando en el lodo, codiciosas hormigas encima.

Siempre me conmueve el desastre, siempre ansiosa por actuar contra lo vital.

Pero tímida también, rápida en cerrar los ojos.

Mientras que mi amiga podía ver, dejar que los eventos transcurrieran de acuerdo a la naturaleza. Por mi bien, ella intervino eliminando algunas hormigas de la cosa despedazada para regresarlas al otro lado de la calle.

 

Mi amiga dice que cierro los ojos a Dios, que nada más explica mi aversión a la realidad. Dice que soy como la niña que entierra su cabeza en la almohada para no ver la realidad, la niña convencida de que la luz produce tristeza.

Mi amiga es como la madre. Paciente, me impulsa a despertar adulta como ella, una persona con arrojo.

 

En mis sueños mi amiga me reprende. Caminamos por la misma calle, excepto que ahora es invierno; me dice que si amas el mundo oyes una música celestial: mira hacia arriba, dice. Cuando miro, nada.

Sólo nubes, nieve, un blanco acontecer en los árboles como novias dando enormes saltos.

Entonces temo por ella, la veo atrapada en una red colocada a propósito sobre la tierra.

 

En realidad, estamos a la orilla del camino, viendo caer el sol;

De vez en cuando, el canto de pájaro perfora el silencio.

Es el momento en que ambas intentamos explicar el hecho de que nos sentimos a gusto con la muerte, con la soledad.

Mi amiga traza un círculo en el barro; dentro, la oruga, inmóvil.

Siempre busca hacer algo pleno, algo hermoso, una imagen capaz de sobrevivirla.

Estamos muy calladas, nos tranquiliza estar aquí, sin hablar. La composición fija, el camino de pronto tornándose oscuro, el aire enfriándose, aquí y allá las rocas brillan y refulgen.

Es la quietud que ambas amamos.

El amor a la forma es el amor a los finales.