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Zona Literálika · BLOG

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Del autor: Wolf Erlbruch   Desde hacía tiempo, el pato notaba algo extraño. —¿Quién eres? ¿Por qué me sigues tan de cerca y sin hacer ruido? La muerte le contestó: —Me alegro de que por fin me hayas visto. Soy la muerte El pato se asustó. Quién no lo habría hecho. —¿Ya vienes a...

Por Ángeles Favela Mi primer encuentro con Rulfo fue más bien desafortunado: recuerdo haber leído El llano en llamas por obligación, en algún año durante la secundaria. Años más tarde, después de haber escuchado su voz en una entrevista de los años setentas, lo leí y releo por...

Por Ángeles Favela

¡Entrañable reunión la de aquel día, en una sociedad locuaz, ruidosa y superficial!

No sé cuantos de nosotros podamos sentir nostalgia por el silencio de alguna biblioteca en que la investigación (no las tareas escolares) impone absoluto silencio.

Pareciera que hoy, en Monterrey, en México, en Latinoamérica y no sé en cuantos países más, el ser humano necesita el interminable ritmo en los audífonos, o atrás de las noticias, en cualquier restaurante... incluso con el pretexto del telón de fondo para “concentrarse”. En mis días de estudiante se sabía que en la Biblioteca, además de libros, había un ambiente, impactante y sagrado de silencio entre todos. Eran espacios y momentos prolongados, una especie de espesura, como la de un bosque, con su encanto. Regalarnos ese entorno en estas dos horas de experiencia colectiva, es revivir algo de lo que estamos perdiendo, es rescatar un aroma y frescura de los libros y de los lectores silentes y creativos. Si con nuestras voces podemos formar un coro o una consigna (Gandhi, Luther King, Ayotzinapa), también con la suma de silencios, podemos tejer un lienzo creativo en el que “todos ponen” (como la perinola dice) para que todos se enriquezcan. Ver al otro y al otro concentrados, gozadores en la creación o en el hallazgo, nos contagia y nos hace respirar el aire puro del pensamiento, la ciencia, la ficción, la historia y mil asuntos más.