23 Jun El reclamo de Elliot
Por Ángeles Favela
Si los poetas nos adentráramos un poco en la ciencia, cuántas cosas bellas más podríamos decir de la luna y el arcoíris.
Recuerdo que de niña cuando preguntaba qué era esa curva de colores que se dibujaba de vez en cuando en el cielo, las respuestas que recibía eran en torno a un supuesto tesoro que se encontraba al final de esa gama de luz, y yo pensaba que, de haberlo, ya que todo el mundo parecía conocer la misma historia, hace mucho que alguien habría ido ya por él.
Al conocer que un arcoíris es un arco formado por franjas de distintos colores, que se genera por la reflexión o la refracción de la luz del sol en el agua dispersa en la atmósfera. Y que esto se debe a que la luz solar se descompone en el cielo cuando atraviesa las gotas de agua. Y que por eso el fenómeno aparece cuando llueve ya que, de manera simultánea o casi inmediata, la luz del sol se filtra entre las nubes, no podía más que admirarme más y más cada vez que aparecía, y yo seguía con mi formación poco científica, tratando de entender uno de los fenómenos naturales para mí favoritos. La luna, aunque eso es otra historia, también lo es.
Elliot reclamaba a Newton haberse robado la poesía de la luna; el arrobamiento y admiración en el arcoíris.
La poesía no está en las palabras sino en el hecho místico de contemplar la naturaleza. Entenderla nos brinda la posibilidad de caer de rodillas ante la maravilla de la flor o el universo entero. En la contemplación de la luna está la poesía, y ante el despliegue de colores, está la poesía llamada arcoíris.
Un científico poeta nos descubre la triple relación entre naturaleza, ciencia y poesía. El científico Richard Dawkins, autor de más de ochenta libros, en algunos de ellos se muestra poeta y pedagogo. Sus libros no son de fácil lectura quizá porque el promedio de posibles lectores estamos muy alejados de los conocimientos básicos en química, física y biología. Él ha hecho un esfuerzo por reclamar a los poetas su alejamiento de la ciencia que al igual que la poesía requiere imaginación y creatividad. Hay dos títulos en particular que no se pueden acallar: El gen egoísta y Destejiendo el arcoíris.
El alma del poeta, del artista creador, se nutre del asombro, de la maravilla, de la observación… y ¿qué mayor maravilla que los misterios y secretos de la vida misma, del nacer, de las células, de las proporciones en lo mínimo y en lo máximo del universo? Los seres humanos tenemos un libro abierto en el universo, como lo dice Leonardo Da Vinci. No podemos ignorarlo, pasar de largo sin leer una frase cada día, ante los ríos, nuestras montañas, nubes, grillos, linces, amaneceres o puestas de sol.
El corazón de cualquier poeta digno del calificativo de romántico no podría dejar de dar un brinco si contemplara el universo de Einstein, Hubble y Hawking. Admirar para ser poetas. Escribir para atestiguar el acto poético, compartir para difundir el bien y la belleza. Stephen Hawking afirma que somos sólo una raza avanzada de monos en un planeta menor de una estrella muy normal. Pero podemos entender el universo. Eso nos convierte en algo muy especial.
¿A ti también te hablaron de ese tesoro escondido al final del arcoíris? A tus nietos nunca les cuentes esa historia.
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