13 Sep Estar en casa
Por Ángeles Favela
Hay momentos en los que el miedo se apoderan de mi yo más racional. Al inicio de la cuarentena el temor de la convivencia 24/7 prendió mi radar catastrófico. De un día para otro cinco personas debíamos cohabitar en un hogar-oficina-escuela-gimnasio. El reto no fue fácil, pero sí divertido. Desde buscar los mejores escenarios para las ya famosas sesiones de zoom, el área destinada para cada computadora, el máximo aprovechamiento de las mesas y escritorios con los que contamos. Y es que cada uno de los cinco que formamos esta familia, somos inquietos. Desde aquí, imparto y tomo clases y asesorías, edito libros, escribo, entrevisto, coordino labor social. Desde aquí, mis tres hijas estudian, dos han emprendido un negocio, además las tres trabajan, una da clases, y todas siguen sus rutinas de ejercicio. Desde aquí, Patricio dirige coros, compone música, estudia alemán, imparte clases y prepara cursos que están por comenzar. Con tanta actividad, cada rincón del departamento, por fortuna amplio, fue tomando vida con las rutinas antes dispersas en otros espacios físicos. Puedo imaginar así a muchas personas. La novela de Tolstoi nada tiene que ver con una pandemia, pero tiene un inicio que nos recuerda que todas las familias estamos haciendo malabares y siendo felices a nuestra manera. Debo confesar que pasamos por diversas etapas que nos han ido acomodando hasta llegar al punto en el que estamos ahora: más juntos que nunca.
A través de conversaciones, es claro que a todos nos ha pasado lo mismo. Cada familia ha tenido que adaptarse entre sus propias circunstancias, percibo que para la mayoría el balance ha sido positivo en muchos sentidos. No me refiero aquí al duelo que a muchos ha tocado, eso sin duda es un tema que merece ser abordado de manera especial, y lo haré en un próximo escrito. Me refiero al dicho que dice el sabio convive sin criticar, el necio critica sin convivir.
La convivencia que, en el 2000, Spink & Frezza denominaron interaccionismo, es el acto de estar con otros, pero que es un desafío en gran medida con uno mismo. El Covid-19 nos ha llevado a todos a escalar nuevos peldaños de autoconocimiento y madurez. Y aquí es donde la comunicación crea la magia, ya que unifica de cierta manera las necesidades personales y las de los demás. Sin la presencia del lenguaje nada sería posible. Para la convivencia son indispensables los códigos de significantes (palabras). En estos días, en casa, las conversaciones surgen espontáneas, las historias, las de los libros y las que cada uno vamos viviendo han tendido puentes hacia otros relatos. En estos días, ¿cómo ha sido tu proceso de interaccionismo? Tengo la impresión de que hoy, todos, estamos viviendo al cien, de una manera más consciente y tangible. Comer, amar, crear, leer, aprender… cada verbo de una larga lista, en su máxima expresión. La individualidad nos ha enriquecido y el respeto no ha unido.
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