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Zona Literálika · BLOG

Lo que aprendí de Cuba

Lo que aprendí de Cuba

Por Lorena Morales

La gente buena, si se piensa un poco en ello,

siempre ha sido gente alegre.

Ernest Hemingway

Tenía tiempo deseando conocer Cuba y experimentar de primera mano las historias tan distintas que había escuchado a través de los años. Me causaba emociones encontradas conocer un país cercano y a la vez lejano, marcado por la represión y por la resiliencia, por el profundo dolor y la intensa alegría.

Ya que estoy de regreso, estoy feliz de haber ido. El viaje superó mis expectativas y la principal razón no se debe a la belleza de la isla, sino a la impresión que me causó su gente.

Desde el primer momento percibí la amabilidad y sencillez de los cubanos. Capté en el trato una alegría auténtica que iba más allá de un deseo de recibir ingresos del turismo. La misma sensación de viajar a los cincuentas, puede trasladarse al sentir que la gente vive en un universo paralelo al nuestro en cuanto al ritmo del tiempo y los acontecimientos.

Me llamaron la atención la frecuencia del contacto visual, el interés por conversar, la relajada cadencia al caminar. No viven con la sensación de urgencia que se vive en México, donde estamos híper conectados con el mundo y nos mueve la prisa consumista y la cultura de lo desechable contagiada por nuestros vecinos del norte. Tenemos una calidad de vida en términos materiales muy superior, pero veo cada vez más dificultades interpersonales, ansiedad y depresión debido al estilo de vida que nos hemos fabricado.

La Habana de hoy nos hace añorar algunas cosas que nosotros hemos perdido: la vida en la calle, los niños jugando libremente, los adultos sentados en mecedoras conversando por horas, el cuidar las cosas, repararlas y mantenerlas de la mejor manera; la despreocupación por la seguridad. Ver estos panoramas hace cuestionar cómo han ido cambiando nuestros valores.

Considero que los avatares de la historia cubana han tenido mucho que ver en sus rasgos de personalidad como nación. El control gubernamental en cuanto a los contenidos de las comunicaciones y la libertad de expresión, ha impulsado la creatividad para sacarle la vuelta a lo que pueden y adaptarse a aquello que no pueden cambiar. Aunque suene a conformismo y esté lejos de ser lo ideal como sistema, se resumiría en hacer limonada con los limones disponibles y tomársela de la mejor manera posible.

En este sentido, la carencia alimenta el arte y el humor para hacer más tolerables las desgracias. El cubano baila y escapa a través de la música a mundos maravillosos. Lee, escribe y pinta para reinterpretar su mundo y compartir esperanza a sus hermanos.

Quizá la principal lección para mí, fue saber que no necesitamos tantas cosas para ser felices.  La ambición por el “éxito” –un espejismo que se aleja y nos deja insatisfechos—nos puede llevar a la trampa de desear más y más. Creo que pudiéramos aspirar a lo contrario, esto es, depender de menos satisfactores externos. Como país, considero que hemos tenido la suerte de vivir y conocer lo que significa el libre mercado; entendemos el poder y los beneficios de generar riqueza, pero en el camino quizá la avaricia ha ido ganando terreno, restándole atención a las necesidades de los que nos rodean.

En este viaje logré conectarme con mi interior y sentí un deseo de regresar a lo básico y transmitirlo a mis hijos.  Centrarnos en el valor de la familia: la convivencia cargada de diálogo, el respeto a nuestras diferencias, el valor del trabajo duro, así como la importancia del ocio; el apreciar y cuidar lo que tenemos –tangible e intangible—para que perdure. Cuba, esa “isla larga, hermosa y desdichada” de Hemingway, quedará para siempre en mi memoria.

hola@literalika.com

Lorena Morales es psicóloga clínica, creadora de Blueprint y tallerista en Literálika