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Lo que se cuenta

Lo que se cuenta

Por Ángeles Favela

¿Cuántos años tienes?, fue una de las preguntas que siendo niña recibí con frecuencia, ¿porqué será que las personas nos interesamos tanto en ello? El paso del tiempo es ineludible y la suma de años que nombra nuestra edad es un tema de interés -como muchos otros- para las Naciones Unidas (ONU), a través de ella clasifican, reconocen y usan como límite estándar para referirse a la población. Para ellos, un adulto debe haber vivido 60 años para considerarse de “edad avanzada”. Cuando se cumplen 75 años, la Organización Mundial de la Salud (OMS) los nombra viejos o ancianos y, después de los 90 años, los distingue como grandes viejos o longevos.

¡Cuántas cosas medimos con cifras!: ¿Cuántos amigos tienes? ¿Cuántos coches? ¿Cuántas arrugas? ¿Canas? ¿Cuántos viajes has realizado? ¿Cuántos kilos has bajado? ¿Cuántos libros has leído o escrito? Pareciera que buscamos respuestas a la alza, pero con la edad no sucede lo mismo, excepto con los niños de 5 años para quienes tener 6 resulta un gran sueño por realizar.

Desde hace meses tengo la fortuna de dirigir el programa de escritura para adultos mayores, Hoy cuento y mañana también, de la Fundación El mundo escribe; no sería suficiente decir que el aprendizaje para todas las personas que participamos en él, ha sido mayúsculo. Escuchar de viva voz las experiencias de personas admirables quienes se encuentran hoy en la edad de oro, ha sido un regalo extraordinario. Por un lado, están quienes se han dedicado a vivir a plenitud cada momento, a dar amor a la vida, al trabajo y a los demás, y que hoy a pesar del desgaste físico o los indicios de alguna enfermedad, son ancianos y ancianas plenas, con un acervo de anécdotas y recuerdos que los mantiene llenos de energía y carcajadas. Y por otro, están quienes la vida se les ha escurrido de entre las manos y hoy se lamentan del tiempo perdido, de la ausencia de sueños y metas, de la falta de oficios y pasatiempos personales. No es necesario decir cómo son hoy las relaciones interpersonales de unos y otros con sus seres queridos, es por demás fácil adivinarlo. Sin duda, cada relato nos ha representado una voz maestra, una sensibilización con nuestra propia vida y, un recuento con las cosas que ahora mismo realizamos o con las cosas que a lo largo del tiempo hemos ido postergando.

Si los años se miden con números, lo indecible con cifras es la calidad de los momentos vividos, la calidez del abrazo, el éxtasis por el atardecer, el remanso de la meditación, la adrenalina del ejercicio físico, la visita breve de los nietos, la bendición de los padres, la participación en la vida de los hijos, el aporte a la comunidad, la organización de una brigada de salud, la escucha atenta a las confidencias de la amiga, el sereno paseo matutino, el café sin prisas, la puntualidad como costumbre, el silencio para escuchar y respetar, el apoyo brindado al indigente, la tolerancia y respeto a lo diferente. También es parte de la calidad, sin cifras, sin reconocimientos, el perdón que hemos pedido, la reconciliación lograda, el reconocimiento de nuestros errores; sabernos seres humanos débiles y fuertes a la vez, templados y sensibles, agudos y afables, tiernos y seguros, es parte de la interminable lista de cosas por sumar…

El recuerdo y el suspiro por todo lo logrado, aunque pareciera que se ha ido, permanece en nuestro historial y nos hace ser lo que somos y, ahora mismo, nos permite sentirnos realizados. No son los números abultados el mejor índice de felicidad y encuentro interior y personal. Va por otro camino el bienestar de la avanzada edad, para recorrer con sabiduría no hay que esperar el reloj de la vida.

Si hemos dado cariño, cariño recibiremos. Si hemos sido acogedores, tendremos ayuda para nuestros pasos que flaquean; si aprendimos la generosidad, con generosidad seremos tratados.

Vivir en un mundo desigual, requiere que estemos dispuestos a emparejar un poco las cosas. La falta de sensibilidad social, tarde o temprano llegará a agriar nuestro corazón, nos encerrará en nuestra propia prisión como lo decía Saint-Éxupery: “Si solamente buscamos los bienes materiales, nosotros mismos estaremos construyendo nuestra propia prisión”.

Amplitud de corazón y de miras… por ahí va la calidad de la vida que no se mide por cifras. Así que, manos a la obra y propósito a la vida. Años menos, años más, a fin de cuentas, es lo que menos cuenta.

hola@literalika.com

Ángeles Favela es creadora de la Fundación El mundo escribe,

organismo social que promueve la escritura como herramienta de vida.