15 Dic Los seis días mágicos
Por Ángeles Favela
Se acerca una época del año donde habremos de dejar las obligaciones cotidianas para entrar en otras llenas de brillos y luces que traerá la temporada de fiestas. Es un tiempo donde la convivencia y la comida, ¡uf!, se tornan más importantes que de costumbre. Por un lado el consumo, el nerviosismo y la ansiedad luchan por alejarnos del verdadero sentido de la navidad, que independientemente de las creencias religiosas, costumbres o tradiciones es un tiempo en el que, por otro lado, podríamos, si así lo decidimos, hacer un reset e iniciar un nuevo ciclo. Especialmente en estos días, hay un periodo entre la navidad y el último día del año que para mí tienen un brillo distinto a cualquier otro. Entre fiesta (día 24) y fiesta (día 31), es como si un perfume a libros, a cuadernos, a papel y pluma, cual imán, atraen a quienes hemos descubierto el rostro literario de estos seis días mágicos. Son días, por lo general, de clima frío (aunque ya no se sabe), ausentes de la saga de compromisos que se atiborran en diciembre, días de pijama o ropa cómoda, en fin, hasta días sin horarios fijos de comida, desayuno o cena.
No podría explicar en qué medida un misterioso halo librero se apodera del tiempo: de pronto surgen las ganas de devorar lecturas olvidadas, de una sola sentada, o hasta somos capaces de llenar con notas un cuaderno entero. En estos días, algunos pedimos a quienes tenemos cerca, un poquito de tiempo sin interrupciones.
Hay también una soledad y silencio disponibles con los que la magia de los días literarios nos envuelve. Es algo así como la necesidad de un escritorio dispuesto, una computadora lista y un espacio en casa que absolutamente nos pertenece. Y desde el interior comenzamos a escuchar las primeras líneas de aquellas historias guardadas, de las voces que poco a poco van armando una algarabía, y es entonces cuando un nuevo libro habrá de escribirse. Antonio Muñoz Molina, uno de mis autores favoritos dice que para crear… La primera capa decisiva de silencio la genera, como un campo magnético, el acto mismo de escribir o leer. Y añade: La literatura es soledad, o conversación muy privada. El escritor en su trabajo está tan gustosamente solo como el lector en su deleite.
En momentos así la literatura es el libro que se tiene entre las manos, y las historias son aquellas que toman vida frente a nuestros asombrados ojos, dibujándose por medio de palabras en lo más liso y llano de un papel en blanco.
Muñoz Molina dice que no nos importaría tanto la literatura si no fuera por todo lo que aprendemos en ella… tantas cosas que de otro modo no podríamos saber. Refiriéndose a lo mundano de la fama, la publicidad y la parte comercial, que lo diga un grande entre los grandes: Todo lo demás que hay a su alrededor carece de importancia. Vaya pues, ser creadores de historias no es cualquier cosa.
Escribir es una afición y un trabajo que debiéramos poner a salvo de la voracidad de las tareas y las obligaciones de la vida diaria. Estos seis días mágicos son especiales para ello, si te animas a intentarlo, y no hay viaje de por medio que te lo impida, cómo me gustaría saber si al igual que yo, piensas que han sido las mejores trasnochadas del año.
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