11 Mar A los ojos de un artista
POR ÁNGELES FAVELA
¿Alguna vez te has preguntado qué es lo que los ojos de un artista miran? Existen dos características en una personalidad creadora: la capacidad de imaginar y la capacidad de observar. Sin ellas un artista no sería un verdadero creador. Habrá quienes pasan de largo ante lo que a un artista podría cautivar por horas. ¿Y qué será lo que busca?
Sin duda la expresión de la emoción y la belleza. Esa búsqueda que nace de la inspiración que brinda la naturaleza y que intenta recordarnos a todos que somos parte de ella. Al observar la vida, y todo lo que existe a nuestro alrededor, sin importar si se trata de las cosas simples o de las complejas, se forja la sensibilidad y se aguza la percepción para hacer conexiones y para encontrar similitudes que nos comunican algo.
Con los ojos abiertos o cerrados quienes escribimos no dejamos de hacerlo nunca. Si bien es cierto que requerimos de un papel y una pluma, un ordenador, una libreta de notas, un celular, o cualquier superficie donde podamos plasmar de pronto alguna idea, sólo basta un instante de observación para encontrar una historia. Quizá sea la de una pareja que se encuentra sentada en la mesa de junto en el café en el que nos encontramos. ¿Será la de ellos esa tarde una charla que impactará el resto de sus vidas? ¿Será la espera impaciente por quien ha de darles una grata o desastrosa noticia? ¿Será una hora gris como todas las que llenan sus días?
Para alguien que escribe es fácil encontrar materia de tramas e historias en cualquier parte: en la parada de un transporte público, en la fila de un banco, en un semáforo en rojo, en un hospital, en un circo, en la banca de un parque.
Además de las propias, hay miles de historias sucediendo frente a nuestros ojos.
La creación artística es la experiencia de recorrer el camino entre imaginar y luego reconocer la emoción que brinda admirar lo que se ha creado, es quizá un instante de comunión entre el artista y su idea y que luego, esa idea ya trabajada y transformada en obra musical, literaria, plástica o cualquier otra manifestación artística, será quien transmita por lo menos un reflejo de ese instante de comunión a quien posteriormente admire la obra.
La obra de un bello paisaje nace desde que la mirada del artista se posa en el reflejo del sol que hace brillar las alas de una paloma.
El músico compone desde la imaginación, quizá ha aprendido a crear en las líneas pautadas que puede ver con sólo cerrar los ojos. O quizá le viene una idea del ruido acompasado que brindan las ruedas de un tren que atraviesa la ciudad a la misma hora cada noche, o del roce de la rama de un árbol que llama insistente a su ventana. Un compositor puede encontrar el ritmo, las repeticiones y las ideas en cualquier instante, es capaz de mirar el color en el sonido y de escuchar una melodía en una ciudad o en un campo abierto.
La imaginación de una persona que escribe siempre está en movimiento, pareciera que en nuestro cerebro habitara un hámster dispuesto a recorrer kilómetros en círculo y en poco tiempo.
De modo alguno todos somos creadores, por lo tanto, todos somos un poco artistas. Lo es sin duda, una anciana que mira detenidamente a un árbol que por su nombre: canelo le recuerda la palabra abuelo y que después de observarlo detenidamente encuentra las mismas arrugas en el viejo tronco que en el recuerdo del rostro del padre de su padre, y piensa en los años, en la larga vida de esos dos seres que tanto le han significado, hasta que la emoción se le desborda convertida en unas líneas, un poema que ha nacido en medio del patio de su casa, donde habita un canelo, un árbol que ha vivido más años que ella y su abuelo.
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