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Claroscuros de familia

Claroscuros de familia

Por Coco de la Mora

Todas las familias tienen su historia, existe la “historia oficial” y la historia que cada integrante vivió. Lo que para un padre fue devoción y entrega, a costa de su propia felicidad, para un hijo fue abandono y falta de tiempo con su padre. Lo que para una madre fue velar por la felicidad de sus hijos y apoyarles en todo lo necesario, para un hijo o hija fue sobreprotección, control excesivo y limitación de posibilidades.

Sí, la vida en familia no es perfecta o imperfecta, solo es lo que cada uno vivió y entre ellos posiblemente son versiones que se contraponen.

Esta es la historia de Alejandro, el mayor de cuatro hermanos, hijo de un eminente médico y de su entregada madre, que antes de ser madre fue maestra.

Alejandro fue un niño introvertido pero feliz, coleccionaba mapas, le gustaba aprender sobre los distintos países y memorizar sus capitales. Para sus hermanos él era un aburrido “ratón de biblioteca”; para su madre, un ejemplo a seguir; para su padre, el futuro médico de la familia.

Alejandro decidió estudiar medicina. Sus padres no cabían en sí mismos de la satisfacción. Sus hermanos agradecían que les quitara esa carga de los hombros.

Todo estuvo bien hasta que Alejandro solo se dedicó a estudiar, a diferencia de sus hermanos, él nunca llevó a una novia o amigos, a casa, él solo llevaba libros, y una que otra vez alguna partitura de Chopin que acompañaba sus breves tiempos de ocio.

Esa soledad comenzó a preocupar a sus padres, aunque él no daba problemas, era un joven muy inteligente, centrado, con sentido del humor y mantenía una estrecha relación con su familia.

Cuando Alejandro cumplió 22 años, eligió su especialidad, optó por la psiquiatría y expresó su deseo de irse a estudiar a París. Sus padres se sentían confundidos, una parte de ellos celebraba que su hijo tuviera ambiciones y metas claras, definidas; por otro lado, les angustiaba que esas metas estuvieran lejos de ellos.

En la “historia oficial de la familia” se dice que en el afán de hacerlo responsable y perseverante, sus padres decidieron apoyarlo solo moralmente, si él quería irse a estudiar al extranjero, tendría que arreglárselas por sí mismo.

En el lapso en que Alejandro trazaba su plan para marcharse, su madre no dejó de presentarle a las hijas de sus amigas: organizaba reuniones, asistía a fiestas en las que Alejandro tenía que ser su acompañante oficial. Pese al esfuerzo de su madre, Alejandro consiguió una beca sin mayores esfuerzos y se fue a París.

En la “historia extraoficial”, su madre, en complicidad con su padre y la indiferencia de sus hermanos, hizo hasta lo imposible para evitar que su su hijo se marchara.

Alejandro se sentía orgulloso de haber conseguido por sí mismo el pasaje a su propia vida, podía permanecer en París todo el tiempo que deseara, porque solo dependía de él. Su estancia en Europa se prolongó 15 años, vivió en París, Berlín, Serbia… visitaba México al menos una vez cada dos años. Allá tampoco se casó, pero formó una familia de amigos.

Para hacerlo regresar, su madre se enfermó de todo lo que pudo. La versión oficial de la familia es que la salud de la madre se vio mermada debido a la estrecha relación que tenía con su hijo. Para los hermanos, Alejandro se había vuelto un egoísta. Para la familia que fue haciendo en el camino, él era un hombre excepcional que trabajaba con las víctimas de experiencias traumáticas de la guerra, que no le importaba dejar su vida personal a un lado por atender a personas que sufrían circunstancias atroces.

Su padre, contrariado, seguía sintiendo una profunda admiración por su hijo, sin embargo, no soportaba ver sufrir a su esposa. Lo llamó para implorar su regreso.

Alejandro volvió a México, pero no lo hizo por su padre ni por su madre; lo hizo para atender el llamado de un ambicioso proyecto que buscaba garantizar la protección de niñas, niños y adolescentes en el país y, aprovechando su llegada, cuidó a su madre. Mientras su madre estaba enferma y él en París, Alejandro había estudiado una especialidad en psicogeriatría.

La versión oficial de la familia es que Alejandro hizo lo mínimo que tenía que hacer después de haberlos abandonado. La versión de Alejandro es de gratitud para sus padres, ellos fueron quienes le impulsaron hacia todo lo que él ha logrado, y que le ha permitido contribuir en la vida de otras personas.

Las familias tienen claroscuros, nada es lo que parece y cada uno decide qué hacer con la historia oficial y la historia extraoficial. Puede usarse de excusa, de motivación, de referencia, de anécdota… sí, la vida en familia no es perfecta, solo es lo que cada uno en su realidad vivió y, por supuesto, lo que cada uno hizo con aquello que le fue contado.

[Escritora invitada]

Coco de la Mora es socióloga.

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hola@literalika.com