24 Jun Los hábitos de un escritor
Para muchos autores la escritura es un rito, igual que un corredor que sale por la mañana a su entrenamiento pensando en el maratón en el que se ha inscrito, para un escritor, el tiempo y la forma que habrá de destinar a la creación de su obra -en el caso de muchos nombres famosos- está plagado de singularidades.
A Edgar Allan Poe su caligrafía indescifrablemente pequeña le permitía escribir historias de principio a fin en largas tiras de papel que iba uniendo entre sí con cera, le gustaba palpar y visualizar la continuidad de lo que iba escribiendo y esa era su peculiar manera de lograrlo. Ernest Hemingway quien sufría el alcoholismo, escribía en completa sobriedad y de pie. T.S. Eliot, poeta extraordinario, se pintaba el rostro de verde y según él mismo lo decía para no parecer un empleado bancario. Gustave Flaubert comenzaba únicamente después de haber fumado una pipa. Victor Hugo repetía a la vez que caminaba por la habitación, las frases y versos una y otra vez, para escribir únicamente cuando le sonaban suficientemente bien.
El proceso creativo de los grandes escritores, sin duda, se ha mitificado en el transcurso del tiempo, pero lo cierto es que quienes gustamos de escribir, desarrollamos ciertos hábitos o técnicas para ubicar nuestro ánimo en el modo adecuado para que las palabras puedan fluir con libertad.
Las rutinas personales para escribir han de apegarse al estilo de vida y la agenda individual (hay quienes escriben en sus largas estadías en aeropuertos; hay quien nunca escribe al estar de viaje; en medio de la algarabía de un café, en el silencio absoluto de una habitación; con o sin música como fondo ambiental; durante las primeras horas del día o en las altas horas de la noche) En Literálika sabemos que para escribir son necesarias cuatro cosas, por cierto, muy puntuales:
Tener en mente un proyecto, cualquiera que este sea: bitácoras de viajes, la historia de tu familia, una historia de ficción, poemario, cuentos, cartas, memorias. La lista es interminable si se piensa en los años que se han vivido, ¡cuántas cosas tendremos listas para escribirlas!
Asignar tiempo y hora para escribir, un día a la semana, una hora cada tercer día, quince minutos al día. La cita debe asignarse con la formalidad necesaria en tu agenda. Integrarte a un taller literario o programar una asesoría individual es una buena idea si se trata de ponerte manos a la obra.
Preparación física y mental para llevarlo a cabo, enviar mensajes a tu mente empodera cualquier idea, ten en cuenta que esta actividad puede ser tan divertida e intensa como tú lo desees, pero no hay que olvidar que las señales de miedo y resistencia en toda nueva actividad harán acto de presencia.
Ser constante y firme en el propósito, una catedral no se construye en un día, el borrador inicial de una historia se escribe en unas cuantas horas, pero restan días y meses para pulir, borrar y reescribir hasta que nada pueda opacar el brillo de tus textos.
Crear hábitos y ritos te llevará por el camino para alcanzar cualquier meta, la escritura es un oficio. El que hace aprende y, quien escribe ha puesto en marcha una actividad que no querrá dejar de practicar nunca más.
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