01 Mar La ventana
Por Ángeles Favela
Siempre me han gustado las ventanas, por lo general para mirar de adentro hacia afuera: unos minutos para admirar las gotas que rebotan sobre la acera durante una tarde de lluvia, el alba cuando me toca madrugar y comienza a amanecer, o la montaña que a través de la ventana de mi habitación, me mira de frente a cualquier hora del día.
Hay quienes dicen que mirar por la ventana es una de las paradojas más bellas de la vida cotidiana.
Algo así es la llamada Ventana de Johari, una herramienta creada por Joseph Luft y Harry Ingham, quienes utilizaron las primeras letras de cada uno de sus nombres para amasar el sustantivo Johari.
Después de una entrada triunfal en el mundo de la psicología, en el año de 1955, la técnica ha permanecido vigente a lo largo de años, con el objetivo de representar los procesos de la comunicación y la interacción humana. Para mí, es tal cual una radiografía de las relaciones personales.
La Ventana de Johari es un modelo que intenta explicar el flujo de información desde dos ópticas o puntos de vista; el primero la exposición (todo lo que se muestra a los demás) y el segundo la retroalimentación (todo lo que se acepta de los demás), mostrando de esta manera la interacción entre dos fuentes de emisión; los demás y el yo.
Luft e Ingham diseñaron de manera muy elocuente, cuatro cuadrantes para representar la interacción de información y los puntos de vista: área pública y área oculta desde el conocimiento individual, y área ciega y área desconocida, desde la visión de los demás.
El área pública, se refiere a todo lo que conocemos de nosotros mismos, y lo que los demás conocen de nosotros. A manera de listado podemos mencionar las cosas que son evidentes: sexo, raza, cualidades externas, formas de realizar sus actividades cotidianas, etc. Pero además, todo aquello que comunicamos sin dificultad a los demás: sentimientos, ideas, opiniones públicas, gustos, etc. Esta área es algo así como nuestra zona transparente.
El área oculta incluye todo lo que yo conozco de mí, pero que los demás ignoran. Desde los sentimientos, vivencias, experiencias íntimas. Hasta todo aquello que nos resulta difícil de comunicar: opiniones privadas, gustos no conocidos por los demás. Es el cuadrante que guarda todo aquello que conscientemente no comunicamos a otros. El contenido de esta zona, podría pasar facilmente al área abierta, pero eso dependerá básicamente del grado de confianza en la relación interpersonal. Es decir hay con quienes estarías dispuesto a bailar o cantar como un descosido, cuando por lo general no lo harías en cualquier fiesta de cumpleaños.
El área ciega incluye todo aquello que los demás ven en nosotros y nosotros no vemos. Quizá los miedos, las frustraciones, sentimientos de inferioridad, superioridad. Aquí se representan todas las limitaciones de las que una persona podría no ser consciente, pero que los demás observan durante la interacción. La percepción que tienen los demás de nosotros y de la que no siempre somos conscientes, como la manera de hablar, de actuar con otros. De algún modo, es lo que se dice a la espalda sin que sea obligatoriamente negativo. Por ejemplo, aporta más al equipo de lo que él cree…
El área desconocida incluye todo aquello que nosotros ignoramos y también ignoran los demás. Vivencias, instintos, contenidos de conciencia, experiencias reprimidas u olvidadas. Aquí va todo aquello que conforma el mundo del inconsciente. Es el área de nuestras motivaciones inconscientes; área que representa nuestro aspecto “inexplorado”, y que puede incluir lo que algunos teóricos de la psicología laboral lo denominan como “el potencial” o todas aquellas potencialidades latentes y recursos aún por descubrir. Es información que emitimos información que no controla nadie, es nuestra zona desconocida, como serían los comportamientos que sólo se dan en determinadas circunstancias que aún no han sucedido. Nuestra reacción ante un desastre, accidente o emergencia, posiblemente surja del área desconocida.
Durante una sesión en el Taller Escribir para empezar, nos avocamos a incluir este modelo en las historias. Imagina a tus personajes robustecidos a través de los cuadrantes de sus ventanas. El narrador, como lo comentó Natalia quien ahora mismo escribe una potente novela romántica, puede hablar del área ciega; María quien es una filósofa nata se sorprendió en la forma en el cuadrante oculto puede ser utilizado para que un personaje muestre sus más íntimos pensamientos. Fue una sesión con grandes descubrimientos y aplicaciones.
Estoy segura de que todos nos fuimos pensando en si estaríamos dispuestos a trabajar con otros nuestro cuadrante ciego. Sería divertido y útil entre un equipo de trabajo, un grupo de amigas o incluso entre los miembros de una familia, y hasta nos regalaría una buena dosis de autoconocimiento. ¿Cuántas veces hemos pensado que los demás no tienen ni idea de lo quienes somos? Ojo, quizá seamos nosotros quienes estamos carentes de información valiosa de nosotros mismos y que podríamos obtener a través de este ejercicio. Complicado, pero interesante ¿no?
Una tarde jugando a la Ventana de Johari puede resultar divertido, o un drama digno de Shakespeare, así que será mejor hacerlo entre personas de quienes puedas confiar de su criterio, empatía y capacidad de observación y análisis.
Sin duda, vale la pena reflexionar sobre si lo que mostramos (o muestran los personajes de nuestras historias) es coherente con lo que los otros ven, ya que las diferentes percepciones suelen ser un foco de problemas en las relaciones personales y profesionales, y huecos evidentes en la consistencia de una historia.
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