18 Nov Escritura creativa en la infancia
Por Ángeles Favela
En la primera infancia es indispensable oír, tocar, oler, gustar, así como también lo es imaginar. No importa que esto suceda por algunas casualidades o por prácticas buscadas por los padres y recreadas por el entorno. Cuando estas actividades no existen, la naturalidad de los primeros años se ve mermada poco a poco.
La expresión y, además, saberse escuchado, son dos elementos imprescindibles en la formación las personas.
Es en los primeros años cuando tenemos contacto con casi todo: con los valores que habrán de regir nuestra vida, y con las actividades que nos ponen en contacto con las artes. Es en la infancia cuando por primera vez exploramos, de tiempo completo, la creatividad.
Y más tarde, mientras vamos desarrollando el uso del lenguaje, ejercitamos también diversas capacidades cognitivas en beneficio de distintos tipos de inteligencia: espacial, matemática, musical y temporal. No es lo mismo, ser el receptor y escucha de los conocimientos que los maestros vierten sobre los alumnos, a los niños que van creando su propio conocimiento y acervo de lenguaje.
Al mismo tiempo, los niños que viven la experiencia de la escritura creativa potencian su desarrollo emocional.
Un niño que escribe historias aprende a tomar decisiones, a ser empático, a buscar la justicia, a tocar la esperanza, y a ponerle nombre a las emociones y sentimientos en su interior o en el interior de sus personajes.
En esta etapa poco importan los errores gramaticales o la sintaxis; lo que debemos buscar en primera instancia es la fluidez y la libertad de expresión. Daniel Cassany argumenta que la escritura va más allá que conocer reglas gramaticales y ortográficas; el área a desarrollar es la creatividad a través del lenguaje escrito.
De unos años para acá he preguntado a cientos de personas acerca de sus sueños secretos, quizá porque a lo largo del tiempo, los míos iban pesando cada vez más. Me sorprendía cada vez que escuchaba la coincidencia entre mucha gente, con tres de ellos: para quienes no lo hacen, bailar, cantar y escribir, representan sus sueños secretos.
Desde niña la escritura ha sido mi eterna acompañante. En los momentos más difíciles o más plenos, o más solitarios, o en el aturdimiento entre multitudes, la escritura ha sido un ancla entre el suelo y cada uno de mis pasos. Pero el sueño de cantar y de bailar, sembrado en mi infancia, quizá en algunas breves actividades corales del colegio y presentaciones artísticas, me reclamó muchas veces por mantenerlo guardado.
Los sueños, ya lo he comprobado, son de larga duración y resistentes al paso del tiempo. Poco a poco van tomando fuerza y voz para reclamar nuestra atención de maneras más frecuentes y potentes.
Ojalá que cada vez haya más niños abonando las semillas de lo que será parte de su vida cotidiana y, por supuesto, personas con menos sueños secretos. Que el proyecto de escribir historias sea para muchos, una actividad realizada, bien hecha y por supuesto, bien acompañada. Aquí, en Literálika, a eso dedicamos nuestros conocimientos y esfuerzos.
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