23 Ago Saudade
Por Natalia Tamayo
Me tumbo apoyada sobre mi espalda. Siento el sol que resbala por mi piel y cómo a su paso enciende mis mejillas en un color rojizo. Los ojos los tengo cerrados, pero esa misma luz abrasadora atraviesa también mis delicados párpados.
Fantaseo con abrirlos y encontrarme con la playa, con su cielo azul que se pierde en el horizonte y con olas frescas que me revuelquen los pensamientos, y de paso me quiten el calor del agobio de estos últimos días, su peso, y su aparente infinidad.
Abro los ojos, entonces la imaginación se encoge y mi corazón con ella. Porque ¿qué es la fantasía? sino la envidia de lo que deseamos, o el gafe recuerdo de que no somos todopoderosos.
La vista que se presenta delante de mí tampoco está mal, las hojas del higo apenas alcanzan a moverse con el grávido viento caliente del mes de agosto. Me tardo, resistente a caer en cuenta, de que estoy en casa.
Decido cerrarlos de nuevo, pero esta vez los deseos se encuentran de frente con la voz de lo real. Tomo el libro que yace a mi lado, mi acompañante perfecto en esta ausencia de uno o varios otros. Encuentro el boleto de tren que utilicé como separador, pues este libro lo compré hace años en alguna estación y reapareció en uno de los días en que estar encerrada en mi habitación me obligó a darle vuelta a mis cuadros y muebles, entre ellos el librero, en el intento de confundir a mi inconsciente.
Leo, y de pronto me freno. Me encuentro con un desconocido, algo inusual en estos tiempos. SAUDADE. Puedo dejarlo pasar, como a estos meses a los que he intentado sobrevolar. O puedo detenerme y resolver la duda. La busco en el infinito espacio virtual y es una de mis favoritas, de las que resulta imposible atribuirles otro nombre, sinónimo o traducción, puesto que no tienen equivalente más que el sentimiento que les define.
Saudade es una palabra utilizada por quienes hablan portugués y que se define por la presencia de la ausencia… de alguien, de un lugar o de algo. La suma de emoción más pensamiento que se resuelve confusa, compleja, y aunque universal, se limita innombrable en la cultura o en la mente. Dejando sin más remedio que el de tomar joyas prestadas a lenguas forasteras. Palabras que al conectar con el alma logran significar una experiencia subjetiva.
La encontré casi como una llave que abre las puertas de mi sentir. Como una síntesis perfecta de un afecto cercano a la melancolía por el ayer, y de la sensibilidad y romanticismo que no se escapan de mis venas. Y como una inusual manera de estar aquí y ahora, entendiendo lo que está pasando dentro de mí, los pensamientos que pasan volando por mi mente y lo que acontece a mi alrededor, pero con una mirada referente del pasado, y una confianza prometedora en lo que vendrá.
El deseo del objeto amado que se hace doloroso por su ausencia. Porque eso que fue real, ya no es presencia, quedando distante en el tiempo. Y se siente como una punzada en el corazón. No necesariamente cargada de tristeza o resentimiento, sino de optimismo y júbilo, porque, de nuevo, aquello que me hizo feliz existió, y nadie conoce lo que sucederá, que bien puede ser mejor.
Lo vivo hoy, en el lamento de amantes distantes, en el sonido del tintineo casi olvidado de tazas en una cafetería, en los abrazos, en los besos y en el roce de la piel que hoy son imposibles. También lo vivo al evocar historias con personas que no volveré a ver jamás, en sueños cumplidos que dejan cierta difusión en mi ser hasta que encuentre nuevos propósitos, en el frenesí de la vida como la conocía y que ahora se siente como si su máximo esplendor se hubiera quedado atrás.
Evoco esos días espléndidos -como ahora me parecen- y comprendo que en su simpleza estaban llenos de todo lo que significa vida. Y luego me encierro entre esta inquietud despierta por el cambio, por los tiempos y por lo incierto, y la inocencia del devenir. Entonces estoy convencida de que es este presente, lo que después se convertirá en saudade. Porque a partir de hoy, para mí no hay saudade sin vida, ni vida sin saudade.
hola@literalika.com
Natalia Tamayo es psicóloga clínica
y autora de Irina, novela próxima a publicarse.