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El arte como salvavidas

El arte como salvavidas

Por Natalia Palencia

¿Cómo puede el arte contribuir al bienestar psicológico? ¿Qué aporta, y mediante qué elementos lo hace, al equilibrio de nuestra mente? ¿Por qué es importante? Y, yendo un paso más allá, ¿qué entendemos por arte en este sentido? En este breve artículo vamos a tratar de esbozar las claves para responder a estas preguntas.

El ser humano se relaciona de dentro afuera y viceversa. Se nutre de experiencias compartidas con los demás y, a su vez, necesita sacar a la luz miedos, alegrías, inquietudes, dolor, felicidad. Sensaciones que, por lo intensas, en ocasiones pueden quedarse estancadas a medio camino. Al igual que nadie pone en duda que necesitamos nutrirnos del exterior para mantener un equilibrio mental adecuado, el planteamiento que aquí exponemos defiende que es imprescindible la plasmación de una parte de nuestra volátil humanidad en la esfera exterior. En otras palabras, para vivir en paz y armonía necesitamos ser conscientes y practicar nuestra (innata) creatividad.

En ocasiones escucho a mi alrededor “no, yo no puedo hacer esto porque no soy creativo/a”. Y me entran escalofríos. ¿Por qué? Porque ello sólo puede ser el reflejo de una sociedad competitiva que nos reprime y nos hace llegar el mensaje-o mejor dicho, la sentencia- de que sólo es creativo quien es poseído/a por una inspiración llegada del más allá. Aquel que es capaz de componer las más sublimes sinfonías, pintar el más extasiante de los cuadros, etc., y, por supuesto, hacer que ello perdure en la memoria colectiva durante décadas o centurias.

No, la creatividad no es sólo eso. No sólo está ahí. La creatividad forma parte de nuestra misma naturaleza humana; es una respuesta adaptativa que busca dar soluciones diferentes y originales a los problemas de siempre. A los problemas humanos, que con el paso de los siglos van cambiando, y se tornan únicos en cada una de las personas y vidas. Si nos negamos la posibilidad de abrir esa vía a la expresión de nuestro ser extraordinario e irrepetible, estaremos cercenando nuestra propia naturaleza humana y convirtiéndonos por ello en autómatas. Estaremos permitiendo, por tanto, que esta exigente y cruel sociedad en la que vivimos se salga con la suya.

El arte contribuye al fortalecimiento de la autoestima por dos caminos. El primero tiene que ver con la capacidad de producir algo de una manera singular, algo personal que puede ser para uno o para los demás, según la proyección que le queramos dar. Pero incluso si lo guardamos para nosotros mismos, habremos cultivando una valiosa parcela de nuestro “yo”.

El segundo camino tiene que ver con la sublimación de las sensaciones de dolor, inquietud, miedo, inseguridad. En sí mismas, estas emociones no nos resultan (lógicamente) atractivas, pero la vía artística nos ofrece la posibilidad de sublimarlas, de revestirlas de belleza. El ser humano busca la belleza infatigablemente, es algo que está en nosotros, todos tenemos esa capacidad, ese impulso. Cuando se trunca esa necesidad profunda y esencial de expresar es cuando emergen los problemas psicológicos (dicho de un modo esquemático y generalizado).

Por último, querría delimitar lo que entendemos por “arte” y “creatividad” en este contexto. ¿Nos ceñimos exclusivamente a creaciones literarias, musicales, pictóricas? No, la creatividad se extiende a todas las facetas de la vida. Podemos escribir un poema y guardarlo para nosotros o compartirlo con los demás. Podemos cantar una canción a nuestro hijo o inventar un cuento explicando por qué debe, por fin, prescindir del chupete. Podemos cultivar un huerto, plantar flores o inventar una moneda que, sin dinero, sirva para organizar determinadas operaciones en nuestro barrio o ciudad. Aprender a tocar un instrumento en la edad adulta, enseñar a los demás una destreza que tengamos (todos tenemos alguna).

Son pequeñas (o grandes) aportaciones que esponjan nuestro sentimiento de autocompetencia, de autorrealización. Pequeñas o grandes verdades cotidianas que satisfacen nuestra innata curiosidad de seres vivos; esa curiosidad esencial que, en tantas erradas ocasiones, se pretende obviar.

Natalia Palencia es escritora, violinista y musicoterapeuta en la provincia de Salamanca, España. Actualmente trabaja como musicoterapeuta con varios colectivos en riesgo de exclusión
y está ultimando su tercer libro, una compilación de relatos.
www.nataliapalenciarius.com