06 May La maravilla del silencio
Por Ángeles Favela
¡Entrañable reunión la de aquel día, en una sociedad locuaz, ruidosa y superficial!
No sé cuantos de nosotros podamos sentir nostalgia por el silencio de alguna biblioteca en que la investigación (no las tareas escolares) impone absoluto silencio.
Pareciera que hoy, en Monterrey, en México, en Latinoamérica y no sé en cuantos países más, el ser humano necesita el interminable ritmo en los audífonos, o atrás de las noticias, en cualquier restaurante… incluso con el pretexto del telón de fondo para “concentrarse”. En mis días de estudiante se sabía que en la Biblioteca, además de libros, había un ambiente, impactante y sagrado de silencio entre todos. Eran espacios y momentos prolongados, una especie de espesura, como la de un bosque, con su encanto. Regalarnos ese entorno en estas dos horas de experiencia colectiva, es revivir algo de lo que estamos perdiendo, es rescatar un aroma y frescura de los libros y de los lectores silentes y creativos. Si con nuestras voces podemos formar un coro o una consigna (Gandhi, Luther King, Ayotzinapa), también con la suma de silencios, podemos tejer un lienzo creativo en el que “todos ponen” (como la perinola dice) para que todos se enriquezcan. Ver al otro y al otro concentrados, gozadores en la creación o en el hallazgo, nos contagia y nos hace respirar el aire puro del pensamiento, la ciencia, la ficción, la historia y mil asuntos más.
Pareciera que el murmullo colectivo (que a veces asciende a ruido de estruendo) nos acusara de haber perdido la capacidad de atender, leer, pensar, crear. Nos rebelamos porque talan nuestros bosques, al igual, somos muchos los que no queremos permitir que se extinga ese ambiente de silencio activo.
Hay unos lazos invisibles que tiende el silencio (obra de todos); lazos indecibles, quizá solo comparables a los que deja como estela la contemplación simultánea de un asombro mayor: el nacimiento de un hermano, el acto heroico que salva de la muerte a un ser querido.
Estos lazos son invaluables; este ambiente de aire puro, este impulso colectivo para ir a nuestro interior y encontrar nuestros pensamientos, anhelos, dolores y recuerdos.
Hace unos meses, en un de los talleres de Literálika fuimos invitados a construir un silencio colectivo, lujo y don, que en ese día nos regalamos. Cada quien hizo de su silencio un grano de arena para que esa arena colectiva fluyera y midiera el tiempo de dos horas creativas, experiencia que habremos de buscar, repetir y propagar.
No es igual escribir en soledad que en colectivo. Son dos experiencias distintas. Hemos dejado de admirar la naturaleza sonora y sus espacios de profundo silencio. El silencio es el trasfondo del arrullo, del pensamiento, la meditación y por supuesto del proceso creativo.
La escritura, al igual que la lectura, es una actividad para realizar en solitario. Es difícil lograr estos momentos, entre literatos el silencio y el tiempo representan nuestra bolsa de valores, sobre todo en una sociedad donde los imperativos sociales, culturales y económicos regulan la forma de vivir, todas estas, muchas veces, nimiedades, nos mantienen ocupados, y es por eso que a veces, hay que regalarnos el tiempo de tener tiempo. Aprecio las lecturas o escrituras y, de ellas, la vida que las acompaña.
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